Fecha: Sept 24 de 2014
Asistentes: Ana María de Rodríguez, Vereda Peñas
Imelda Salinas, Vereda Peñas
Omaira y Gilberto Santafé, Vereda Peñas
Marcos Sierra, Vereda Peñas
Eduardo Villareal, Vereda Santa Bárbara
Adriana y Adriano Rodríguez, Vereda Peñas - La Huerta
Jeyson Rodríguez, Vereda Peñas
Miguel Mendieta, vereda Peñas
Laura Rodríguez Leiva (Registro en video), Bogotá
Javier Peinado y Trixi Allina, Bogotá/Vereda Peñas - La Huerta
La Huerta se ocupa de estimular la siembra de semillas nativas, locales y mestizas y convoca a actividades en torno a la mesa de encuentro; en esta ocasión vincula los cuentos y las semillas buscando establecer lazos entre personas, saberes y geografías. Las maneras de ser de una comunidad se recogen en la narración de sus experiencias. Estas se resumen en la percepción de los objetos, los espacios y las situaciones referidas a las prácticas de la vida cotidiana. Tanto las semillas como los relatos de las situaciones comunes a todos son la conciencia del territorio que se conecta con la historia.
Esta actividad se propuso con el fin de activar la circulación de los saberes que unen a las personas en torno a la siembra y la recolección de las riquezas del territorio; fue una ocasión para difundir e intercambiar la cosecha de comienzos de mayo de 2014, se recogió:
-Frijol pintado arbolito andino (semilla de doña Ana María Rodríguez)
-Frijol Ica Serinza, arbolito de la región.
-Frijol Bolo rojo de colgar, de la región de Ráquira.
-Quinua sembrada en la huerta.
-Habitas chiquitas de Tinjacá. (Semilla de Adriano Rodríguez)
Los cuentos son saber colectivo. Narrar es un acto que reinventa las cualidades del lenguaje y que parafraseando a Donna Haraway en Ciencia, cyborgs y mujeres, La reinvención de la naturaleza de 1991, “no es para negar los significados y los cuerpos, sino para vivir en significados y en cuerpos que tengan una oportunidad en el futuro”. La proximidad de los imaginarios –y sus modos de ser narrados- con sus respectivos procesos de circulación definen la constante relación de ‘vis a vis’ en la que también son incluidos los encuentros colectivos, los medios informativos y las prácticas de producción de cada territorio, la vida es la oportunidad para el futuro. Fue el lugar de las narraciones que recogen el conocimiento sensible para ajustarlo a las experiencias, temporalidades y espacialidades: el saber colectivo sobre un territorio que ‘vive en sus significados y en sus cuerpos’. (ibid)
Si narrar es una práctica proveniente de nuestros afectos más cercanos, de identidad, pone sobre la mesa asuntos para dialogar sobre la relación entre saberes, tecnologías y producción local. Más allá de ser un acto de reproducción de material vegetal, crea relaciones sociales con el entorno, como en el caso de la siembra de semillas -tradicionales, nativas y mestizas-, y pone en circulación saberes de aquí, de allá y de otras latitudes.
Este ejercicio, en el que se intercambiaron semillas por cuentos, trajo a la mesa historias sobre la concepción de una cartografía poética y política. Se inició la elaboración de mapas con diversas escalas y formas de representación; cada persona trazó el dibujo de su lugar, su vivienda, sus rutas y los lugares que habitan. La voz que relata y la mano que dibuja producen una imagen del entorno.
Las formas organizacionales cada vez más especializadas, mediadas por tecnologías de información y producción y por tradiciones locales -urbanas y rurales-, nos implica a responder con nuevas formas de interacción social, encuentros entre aspectos hasta ahora desconectados, una mesa y una huerta, un cuento y una semilla.
Este encuentro alrededor de La mesa se acompañó de aguadepanela, arepas con queso y papas criollas de La huerta que habían sido cosechadas el día anterior.